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Rokurokubi |
En principio, se suele traducir
yokai, como monstruo. Pero no es exactamente así. La palabra japonesa
yokai está formada por dos
kanji:
- Yo (妖): Significa «misterioso, embrujado», no necesariamente algo que dé miedo, sino que llama nuestra atención precisamente por su extrañeza.
- Kai ( 怪): Significa «extraño».
Para Zack Davisson la traducción más adecuada de
yokai sería la más sencilla: «fenómeno misterioso». Así pues, no sólo son
yokai los seres monstruosos o extraños, sino cualquier cosa que no sea fácil de explicar. Lo son los fantasmas, los
oni (ogros, demonios), las ilusiones ópticas y prácticamente cualquier cosa que sea llamativa o rara. Pero es más, ni siquiera hace falta que sea algo propio del folclore japonés, también se llaman de la misma forma a los seres foráneos (como el
bigfoot), del espacio (¿serán considerados
yokai los famosos «grises»?) e incluso aquellos creados por distintos artistas (como Toriyama Sekien).
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Tôfu-kozô |
Estos artistas a veces se basaban en mitos previos para representar a sus propios
yokai, pero en ocasiones eran creaciones completamente originales, propias. En este sentido, hay que tener en cuenta que en el período Edo se hizo muy popular un juego llamado
Hyakumonogatari Kaidakai. Los jugadores buscaban siempre nuevas historias que les hicieran destacar entre los demás participantes, así que se creó una gran demanda de cuentos que tuvieran como protagonistas
yokai nuevos, desconocidos para los demás (dos ejemplos de lo dicho son el
kasa-obake o el
tôfu-kozô).
Por tanto, con el desarrollo de una cultura de publicaciones, las representaciones de yokai que eran tesoros en los templos budistas se convirtieron en algo familiar para la gente y se piensa que esta es la razón de que incluso los
yokai fueran originalmente temidos, pero que se convirtieran en personajes cercanos para la gente.
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Kasa-obake |
¿CÓMO SURGIERON LOS YOKAI?
Se cree que al principio los
yokai surgieron de las representaciones del miedo. Es decir, el miedo adquiría una forma más material (como los
oni). Estas representaciones se fueron multiplicando y la gente les fue dando personalidades y emociones similares a las humanas. Hay que tener en cuenta que Japón era un país de religión animista (sintoismo) el país de
«yaoyorozu no kami» (de los ocho millones de
kami o dioses), en el que casi cualquier cosa que les pareciera extraordinaria por algún motivo (un árbol, unas montañas, un río...) se podía convertir en un kami (una divinidad) o albergar su espíritu, así que no es de extrañar que se crearan una miríada de seres menos poderosos (no llegaban al nivel «dios») y que en ocasiones podían ser incluso sus mensajeros (kitsune, zorro blanco, mensajero de Inari). Al igual que los
kami, los
yokai no eran ni buenos ni malos, «debido a la noción animista de que todas las cosas poseen un espíritu, cada ser vivo, incluido los espíritus (...) es básicamente bueno o malo». Se creía que el poder espiritual de estos seres aumentaba con los años. La gente llamó a este poder
tatari (maldición) y así aparecieron los
yokai. Pronto estos entes se hicieron cada vez más populares, hasta el punto de compartir protagonismo junto al propio Buda. Los japoneses se sentían atraídos por la cultura china y les imitaron en muchos aspectos, incluyendo su forma de difundir el budismo a través de dibujos que representaban la vida de Buda, así se llegaba a muchas más personas, porque era comprensible para aquellos que no sabían leer. Poco a poco los japoneses incluyeron en estos rollos o manuscritos que hablaban de Buda representaciones de los
yokai, convirtiéndose así en algo cercano al pueblo, que no podía evitar sentirse atraído por los aspectos divertidos de estos personajes. Atracción que aún hoy pervive.
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Kappa |
Fuentes:
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